El desaire a la Belisario
Ramón Zurita Sahagún martes 16, Dic 2014De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Durante muchos años, la medalla Belisario Domínguez fue una de las máximas distinciones recibidas por los mexicanos destacados en algunas disciplinas y por su aporte al país.
Se entregará, dice el decreto creador, a los hombres y mujeres mexicanos, que se hayan distinguido por su ciencia o virtud, en grado eminente, como servidores de la patria o de la humanidad.
Creada en 1953 y entregada por vez primera en 1954, dicha condecoración contiene una leyenda que sentencia: “Ennobleció a la patria, 7 de octubre de 1913” y se tenía como fecha de entrega al recipiendario cada aniversario luctuoso del personaje que da el nombre a la presea.
Belisario Domínguez fue un senador chiapaneco que desafíó al gobierno de Victoriano Huerta, mediante un histórico discurso que le provocó la muerte, ya que sicarios del entonces gobierno lo asesinaron.
Sus discursos fueron pronunciados una y dos semanas antes de que manos criminales terminaran con su vida.
Médico de profesión, Belisario asumió el escaño de propietario a la muerte de Leopoldo Gout y a las pocas semanas de ello fue cuando pronunció sus históricos discursos.
El senador chiapaneco no fue el único legislador que fue asesinado por sus críticas al gobierno huertista, el diputado Serapio Rendón y otros más también sucumbieron en esos turbulentos meses del gobierno de Victoriano Huerta, cuando incluso se disolvió el Congreso.
Pero fue el nombre del senador chiapaneco el elegido para distinguir a los mexicanos con dicha presea.
La primera persona seleccionada para recibirla fue la profesora Rosaura Zapata, una bajacaliforniana del sur que se distinguió por el apoyo a la educación preescolar, lo que permitió la instalación de los primeros jardines de niños en México.
Después de ella se sucedieron una serie de personajes que fueron desde otros docentes, pasando por generales revolucionarios, intelectuales, diplomáticos, eminencias médicas y jurídicas y hasta la viuda de José María Pino Suárez, el vicepresidente asesinado junto con Francisco I. Madero en la llamada Decena Trágica.
Hasta ahí la idea original permeaba entre los integrantes del Senado de la República, encargados de seleccionar al personaje que recibiría la presea que anualmente entrega la llamada Cámara alta.
Pero fue en 1979 cuando se rompió la regla y la medalla le fue otorgada al eterno dirigente sindical, Fidel Velázquez Sánchez, quien alguna ocasión formó parte de ese jurado senatorial.
Eran los tiempos en que los priístas conformaban casi la totalidad de los 64 senadores, ya que había un aliado suyo que perteneciendo al PPS había sido postulado con los colores del PRI, Jorge Cruickshank García.
La nominación de Velázquez Sánchez causó algunas protestas, aunque eso no fue motivo para que el sindicalista la recibiera.
Después de esa entrega, se siguió con el mismo ritmo de docentes, intelectuales, artistas, diplomáticos, médicos, juristas y generales en retiro, hasta que se optó por también homenajear a los muertos.
Heberto Castillo Martínez fue el primer beneficiario de la entrega póstuma de la Belisario Domínguez, situación que se repitió un año después con la designación de José Ángel Conchello Dávila, también fallecido el año de su premiación.
Curiosamente los dos personajes, además de ser senadores en el momento de su muerte, marcaron la apertura para los homenajes póstumos que siguieron con las distinciones de la medalla para Carlos Catillo Peraza, Antonio Ortiz Mena, Javier Barros Sierra, Ernesto de la Peña y Manuel Gómez Morín.
En varios de esos casos, no importó que la muerte de los premiados hubiese ocurrido varios años antes o, incluso, hasta décadas.
La postulación para la Belisario Domínguez se convirtió en un altar para los muertos y se decidió alternar cada año para los afines a cada uno de los tres principales partidos políticos.
De esa forma, en los años recientes, priístas, panistas y perredistas alegran el ego de sus simpatizantes si es que están vivos o rinden culto a sus próceres, en sendos homenajes póstumos.
La medalla Belisario Domínguez dejó de representar una alta distinción, aunque siga siendo la máxima presea que confiere el Senado de la República cada año.
Incluso, la fecha del 7 de octubre designada para la entrega de dicho reconocimiento, por conmemorar la ocasión en que fue asesinado el mártir chiapaneco, dejó de ser la elegida para ese homenaje.
Ayer, 15 de diciembre, fecha de la clausura de los trabajos legislativos, más de dos meses después se procedió a la premiación, misma que tocó en esta ocasión a un escritor, poeta y político de izquierda chiapaneco, Eraclio Zepeda.
El ex diputado federal y ex secretario de Gobierno fue ungido de última hora, ya que en esta ocasión correspondía al PRD seleccionar al candidato, distinción que había recaído en la ex diputada, ex senadora y maestra de varias generaciones de la UNAM, Ifigenia Martínez de Navarrete.
Los senadores priístas no aceptaron su postulación, ya que fue militante de su partido y lo abandonó para dar forma a la creación del PRD.
Ifigenia fue diputada por el PRI, primero y por el PRD, después y se convirtió en fórmula con Porfirio Muñoz Ledo en los primeros en derrotar al entonces invencible tricolor en una elección senatorial, lo que todavía no le perdonan.
CENTRO
Adrián Hernández Balboa dejó atrás a los demás prospectos que pugnan por la candidatura del tricolor a la alcaldía del Centro (Villahermosa).
Las encuestas lo posicionan por encima de Evaristo Hernández Cruz, ex alcalde de la capital tabasqueña, quien busca encabezar de nueva cuenta la capital.
La postulación de Hernández Balboa otorgaría la posibilidad al PRI de que recupere la posición que perdieron hace tres años ante el PRD.